Izquierda latinoamericana y el “caso chileno”
Jorge Sahd K. Director Centro de Estudios Internacionales UC
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Jorge Sahd K.
Perpleja. Así quedó una parte importante de América Latina cuando veía que Chile, un país referente de la región, estaba ad portas de echar todo por la borda tras el violento 2019. Perpleja ha quedado también al ver el resultado del domingo pasado, con una abrumadora mayoría de la derecha comandada por el Partido Republicano. De la refundación de Chile, al regreso a sus bases más conservadoras.
¿Qué lecciones deja el “caso chileno” para Latinoamérica? Lo primero es que los discursos refundacionales de una izquierda latinoamericana tienen corta duración. Los ciudadanos quieren resultados, no promesas ideológicas. La promesa refundacional no ha resultado en Chile, tampoco en Colombia, menos en Perú. Estas izquierdas han llegado al poder no por el atractivo de ideas señeras o propuestas identitarias, sino por el voto de castigo que han sufrido prácticamente todos los oficialismos desde 2019 a la fecha, donde las principales economías eran gobernadas por derechas.
“Chile es una lección para la izquierda latinoamericana refundacional, pero también para una derecha triunfalista. Latinoamérica hoy está de mal humor, desconfiada y busca rápidos resultados para sus urgencias, sin importar el color político”.
Hemos entrado en ciclos políticos más breves y volátiles. Es probable que la casi segura derrota del kichnerismo en Argentina y el ciclo electoral 2024-2025 muestre un regreso de la derecha al poder, en desmedro de la marea rosa 2.0. Un eventual triunfalismo de la derecha sería el peor consejero, como lo fue para la izquierda. América Latina es hoy la expresión del voto de castigo, y ávida de resultados que ni la economía ni el aparto estatal pueden ofrecer. La elección constitucional, sin duda, fue también un voto de rechazo al gobierno.
El “Chile bipolar”, como lo llaman algunos, refleja la creciente apatía ideológica y la volatilidad del votante promedio, que rápidamente quita el apoyo al gobierno de turno si no ofrece resultados en seguridad, economía, salud o hace frente a la crisis migratoria. La “luna de miel” de los gobiernos en el pasado ya no existe y la popularidad de los presidentes se desploma con velocidad. Mayor fragmentación política, bajísimos niveles de confianza, ciudadanos impacientes, Estados sin margen fiscal y coaliciones políticas frágiles son un cóctel perfecto para perder apoyo ciudadano.
Quien ofrece gobernabilidad tiene hoy el respaldo ciudadano. Suena lógico, pero casi nadie lo logra. Y ahí es donde aparece la tentación autoritaria encarnada por Bukele en El Salvador y López Obrador en México: uno ofreciendo seguridad, con impresionantes resultados, pero concentrando poder; el otro, con propaganda política y programas sociales millonarios a costa del desmantelamiento institucional. Golpe bajo para las democracias, vistas como indolentes e incapaces frente al crimen y la crisis económica.
Una última lección. Polarizar hoy lleva al triunfo electoral, pero no alcanza para gobernar o conducir un proceso político. El gobierno de Boric no sería sostenible sin el regreso de las fuerzas moderadas de la antigua Concertación y el Partido Republicano no podrá repetir la estrategia “de minoría” en un proceso donde será amo y señor. Petro en Colombia no tiene ninguna chance de gobernabilidad si se radicaliza y Lula sabe bien que la vendetta política puede terminar jugándole en contra. Ahí las fuerzas moderadas seguirán jugando un rol vital; aun cuando en el ciclo actual sean poco atractivos electoralmente.
El “caso chileno” demuestra que los proyectos ideológicos son una nostalgia. Es una lección para la izquierda latinoamericana refundacional, pero también para una derecha triunfalista. Latinoamérica hoy está de mal humor, desconfiada y busca rápidos resultados para sus urgencias, sin importar el color político.